sábado, 27 de septiembre de 2008

RETRATOS DAROALIANOS XIII (Los clásicos II);
Esther (Parte primera).
En un cumpleaños de Manolo Espinosa en su casa de La Florida conocimos a Esther y José Luís, apodados "los rubios" para distinguirlos de los otros "Esther y José Luís los morenos" de la hermandad de los Humeros. A partir de ahí fuimos coincidiendo en más ocasiones hasta que supieron de la existencia de la ciudad de Daroal. Su entrada fue inmediata, otorgándoseles el título de Marqueses de Rubio.
Cualquiera que estuviera un rato junto a Esther se daba cuenta enseguida de que no era una mujer al uso. En cuanto la escuchabas hablar (con su áspera y característica voz), fumando ducados, con un buen cubata en la mano, y con esas opiniones sobre los temas importantes que nada tenían que ver con la gente de su edad (ni mucho menos con las del sexo femenino), se podía comprobar que se trataba de una persona especial.
Poco a poco fuimos conociéndonos mejor (Francisco, ella y yo), también Antonio Bejarano (que ya era daroaliano), hasta que nació entre los cuatro una química única, un entendimiento de miradas y una inagotable y siempre diferente conversación, que desembocó en una especie de abducción entre nosotros alejándonos de cualquier plano cada vez que estábamos juntos.
Era muy habitual que al final de una fiesta o reunión de mucha gente, quedásemos al final los cuatro para disfrutar de nuestro exclusivo momento de intimidad hablando, riéndonos o simplememte estando. Esa costumbre se mantuvo siempre (incluso cuando Daroal tanto creció) convirtiéndose en una especie de ritual que, sin pretender molestar a nadie, nos hacía distinguir de alguna manera nuestro rango, rodaje, veteranía, antigüedad como daroalianos.
Por aquella época también Manolo Tobaja comenzaba a formar parte de nuestro grupo, ya que Francisco y yo trabajábamos eventualmente para él, hasta que nos propuso hacernos cargo de la última y disparatada etapa del Taller Dueñas, en la calle Bustos Tavera, cuyo personal se trasladó a un taller nuevo dejando varios trabajos sin terminar. Aceptamos y esa fue nuestra fusión definitiva, pues se dice que las adversidades unen y allí las tuvimos a pares. José Luís salía a la calle a bandear con los clientes, Esther se encargó de la administración y junto a Antonio de los trabajos de bordados, pasados y costura, y Francisco y yo de acabar las restauraciones que estaban a la mitad o sin empezar. Así desde Navidad hasta Semana Santa (ese fue el trato), para entregar todas las obras pendientes y cerrar definitivamente ese taller.
Durante ese tiempo se vivió de todo, bueno, malo e insólito: Ramón el de la Soledad metido en la urna de un Cristo yacente para acabarla, la gente del Carmen con la mosca detrás de la oreja día si y día también, los chaparrones de la gente de Setenil, Teo, las llamadas jeroglíficas de Manolo, los girasoles que plantamos en el patio, etc... No entendíamos nada, estábamos allí para trabajar y no hacíamos más que recibir broncas. Menos mal que la adolescencia es la mejor vacuna y los peores tragos se curaban luego con una cervecita y unas risas comentando lo ocurrido.
Finalmente todas las obras se entregaron a tiempo y aquel Viernes de Dolores (recién cobrados) fuimos a pasear felices nuestra primavera por el mágico hervidero de la primavera única de una Sevilla a punto de vivir nuevamente la Semana Santa más unica del mundo (aparte de la de Daroal, claro).
Después, Francisco y yo decidimos continuar con Tobaja en el nuevo taller de la calle Martínez Montañés, decisión que no terminaron de entender ellos aunque afortunadamente el desencuentro apenas duró.
En la imagen una fotografía de Esther tomada en nuestro piso de la calle Levíes a mediados de los noventa.

2 comentarios:

Carlos dijo...

Te juro por lo más sagrado que estos relatos me emocionan.

Canciller Piedad dijo...

Soy yo coño!!! David me están encantado y me estoy riendo mucho con esots últimos post dedicados a Esther, ya no solo porque son divertidísimos, sino porque de refilón había oído hablar por aquella época y ahora es cuando las estoy conociendo en toda su dimensión :) Para los que no tuvimos la suerte de conocerla mucho o prácticamente nada, las fotos nos han sorprendido mucho porque desprenden perfectamente lo especial que debía ser (la foto del turbante es todo un escándalo), aunque nada mejor para saberlo que el ver cómo se te ilumina la cara cuando hablas de ella.

Te gustó mucho la expresión de "espacio vital", y ahora te voy a comentar otro dicho germánico: "las personas felices son las que tienen muy buenos recuerdos y muy mala memoria". Y esto es lo que estoy viendo en los retratos daroalianos david ;)

Un besito de la Canciller Piedad coja