domingo, 26 de octubre de 2008

RETRATOS DAROALIANOS XVI; Manolo Tobaja. Llega hoy uno de los capítulos más convulsos y seguro que esperados de la historia de Daroal: el dedicado al conocidísimo Manuel Tobaja Villegas, personaje de las cofradías sevillanas del que todo el mundo ha oido hablar alguna vez y sobre el que, a día de hoy, continúa construyéndose la leyenda.
Mi relación con Manolo (aunque ya lo conocía por mi hermandad de la Bofetá a través de mis padres y de los reyes de Amper y Jamper) comienza cuando terminé tercero de Bellas Artes.
Aquel verano su célebre tayer "Isbilia" sacó unas becas dirigidas a estudiantes para trabajar como ayudantes de restaurador en diferentes obras repartidas por la provincia. Y allí me apunté yo. Primero en Castilleja de la Cuesta restaurando los frescos del coro de la Iglesia parroquial de Santiago y luego, junto a mi compañera Macu, en Sanlúcar la Mayor restaurando los retablos de la hermandad de la Vera Cruz, a donde íbamos los dos cada mañana cruzando el aljarafe sevillano en mi vespa, con ese olor a campo recién amanecido y con la ilusión de nuestro primer trabajo.
A partir de ahí fue creciendo nuestra relación con diferentes colaboraciones y trabajos hasta formar parte fija de su plantilla en el último taller, al que llamó "Icono".
Haber trabajado alguna vez para Manolo Tobaja es como ser una chica Almodóvar, es una marca que te acompañará de por vida vayas a donde vayas. Puede pasar todo el tiempo que quieras que siempre habrá alguien que te diga: "ayer leí no sé que cosa sobre tu jefe.." (y a lo mejor hace ya diez años que no es tu jefe), pero no me importa. Trabajar con Manolo ha sido sin duda una intensa experiencia.
Gracias a él en nuestro curriculum figuran obras de primera línea a las que, sin su presencia hubiera sido muy difícil acceder: el espléndido Belén de la Caja San Fernando con imágenes de Lastrucci (en donde además tuvimos la oportunidad de conocer a Luís Becerra, gran personaje), el libro de reglas de la Vera Cruz de Alcalá del Río, la Virgen del Rosario de Santa Catalina, la capilla de la Bofetá, el Cristo de la Vera Cruz de Bormujos, la Virgen de las Nieves de Olivares, etc. Y también gracias a él conocimos a muchas y variopintas personas y personajes (Manolo era un puente constante para conocer gente), que marcó de alguna manera nuestras vidas y con las que, en parte, aún hoy mantenemos contacto. Junto a Tobaja conocímos a Fernando (magnífico restaurador y maestro al que le debemos casi todo lo que sabemos), a Raúl y Sonia, Emilio y su hermana Pilar y Victor y Ana (todos de la Soledad), al cura de Olivares (personaje interesante donde los haya), al cura de Bormujos, su hermana y su madre (la mejor narradora de la vida sevillana de los años 40 que he conocido), al gitano don Celedonio y su terrible séquito (sus hijos), a Gaspar y los "gasparines" (sus hijos también), a los del Carmen de Santa Catalina, a Ramón, al Teo, al Pichi, etc, etc, etc.
Tras nuestra llegada de Barcelona trabajamos esporádicamente para él hasta que nos ofreció hacernos cargo del taller "Dueñas" (narrado en capítulos anteriores). Posteriormente pasamos a formar parte de la plantilla del taller "Icono" (Francisco y yo), donde se restauró la Patrona de Daroal y se comenzó a forjar el disparatado final de Tobaja en Sevilla. En esa etapa cualquier día se podía desarrollar perfectamente como una película policiaca. Trabajábamos en Bormujos (restaurando media iglesia), en Olivares y en el taller de Sevilla. Todos en nuestros puestos pero con cien mil ojos observando lo que ocurría a nuestro alrededor. Estaba claro que aquello no funcionaba y por algún lado pronto explotaría, y nadie quería arriesgar su pellejo. Todo teñido por una falsa normalidad en el ambiente tras la que se ocultaban muchas mentiras, preguntas sin respuesta, reuniones, llamadas telefónicas y detectives. Las sobremesas en la casa del cura de Bormujos para sí las hubiera querido Agatha Christie.
Finalmente la tormenta se desató y vino la parte más desagradable: injurias, declaraciones en cuartelillos, traiciones, etc. Una auténtica leyenda a la que la misma Sevilla se encargó de alimentar, con más mentiras, más injurias y más traiciones.
Al poco tiempo supimos de su marcha a Puerto Rico mientras nosotros intentábamos rehacer nuestro destrozado curriculum (la marca Tobaja fue a partir de entonces como llevar el "666" en la frente) terminando aquellos trabajos que quedaron a la mitad e intentando formar un nuevo taller, que nunca se logró.
Como supervivientes quedamos Fernando, Francisco y yo, para quedarnos solos después cuando Fernando se casó e independizó, naciendo así el taller "Daroal".
El resto se puede leer estos días en la prensa donde, él mismo tras su regreso, ha narrado su terrorífica experiencia en las cárceles de Estados Unidos y centroamérica. En la narración cuenta su versión de la marcha hacia Puerto Rico (que no huída de Sevilla) y los motivos que le llevaron a ingresar en las diferentes penitenciarías. También cuenta como fue absolutamente lapidado por aquella Sevilla que antes tanto lo aclamó (doy fe) por errores que, en parte, reconoce haber cometido, y como se sintió abandonado por todos aquellos que de pronto nada bueno vivieron junto a él. Naturalmente, después de casi trece años, no voy a juzgar la veracidad de lo que dice o no Manolo en sus declaraciones. Cada cual tiene su punto de vista (como en todo en la vida), pero desde luego creo que los errores que cometió (al menos en España) han tenido un castigo muy descompensado. En el carro de Manolo iban muchos que han ganado a su costa sabiendo o no queriendo saber en parte lo que ocurría y a la hora de la verdad todos le dejaron (dejamos) solo. Es algo que nunca sabré si hice bién o mal.
Se trata sin duda de un personaje contradictorio que despierta reacciones adversas en la gente. Hay quienes le aman y quienes le odian, incluso ambas cosas a la vez.
Lo que esta claro es que es un personaje único con el que vivimos experiencias de todo tipo, de las que ahora con el paso del tiempo prefiero recordar solo las buenas (que fueron muchas: excursiones, romerías, toros, cenas, veranos), y con el que durante años, aparte de nuestra relación laboral también nos unió una amistad y un sentido de Estado (él era el Presidente de la República Bananera de Matovi) que le hizo participar en aquella joven, floreciente e ilusionada Daroal.
En la imagen una fotografía de Manolo Tobaja en la boda de su amiga Rocío, en la que aparece junto a los novios.

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