domingo, 16 de enero de 2011

RETRATOS DAROALIANOS XXII; Marcelino. Aunque tardío su ingreso en Daroal, en realidad Manuel Marcelino Vázquez es, aunque entonces no lo supiera (ni yo tampoco), uno de los daroalianos más antiguos, pues ambos estudiábamos en el desaparecido colegio Miguel de Mañara (actual sede de Bienes Culturales) y nos conocemos desde que teníamos 7 u 8 años. Cuando al poco tiempo declararon en ruína el edificio y cerraron el colegio, nos perdimos totalmente la pista hasta reencontrarnos a través de unos amigos comunes del Gran Poder, ya en edad universitaria . Pero fue más adelante, por medio de su estrecha amistad con Manolo Vargas y Rafa y Jose, cuando entró definitivamente en la por entonces efervescente Daroal. Enseguida fue nombrado Coronel Jefe de la Región Militar Sur (no recuerdo el motivo), título que utilizó y ostentó hasta el final y que aún hoy usa de vez en cuando. Aparte de su citada relación con la corte de la Alfalfa, entabló rápida amistad con daroalianos clásicos como Esther o Francisco, con quienes desde el principio se entendió de maravilla. Fue presidente de la Hermandad del Traspaso de Nuestra Señora y Santo Cristo del Gran Poder (con Función Solemne y "pescaíto" el Miércoles de Ceniza), y asistió a todos los principales actos sociales (cultos, pregones, cabildos de fin de año, etc.) Marcelino además se convirtió, supongo que sin quererlo, en un personaje clave de la historia de Daroal, pues fue el protagonista principal del primer gran cisma de la ciudad: su boda. La selección de invitados para el enlace supuso una tremenda escabechina en un grupo que hasta el momento se creía compacto y una decisión que no todos lograron entender; aunque este hecho solo fue el primero de una larga cadena que no hacía mas que abrir nuevas fisuras entre nosotros. A pesar de que su espigada figura y distinguidos aires de dandi sirvieron de constantes bufonadas, lo cierto es que Marcelino siempre se caracterizó (y se caracteriza) por su talante permanentemente afable y su relación con la corona perdura hasta hoy, si bien menos asidua tras la "caida", con la misma cordialidad.
En la imagen una fotografía de Marcelino tomada, como no podía ser de otra manera, en un campo de competición hípica de Sotogrande.

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