lunes, 2 de mayo de 2011

CRÓNICA DE LA SEMANA SANTA DE DAROAL 2011 (III); La Madrugá (I). Bien distinta es la madrugada del Viernes Santo daroaliano de la que se celebra en otros lugares muy conocidos. Aquí en Daroal, todas las cofradías (incluidas las de la madrugada) salen en procesión para cumplir la Estación de Penitencia como mandan sus reglas a la Santa Iglesia Catedral, y no a formalizar con esa especie de circo mediático en el que se ha convertido el inicio de la carrera oficial de algunos sitios, que tanto interesa a los hambrientos de coreografía de corneta y martillo. Doce cofradías realizan durante la madrugada y la mañana del Viernes Santo su estación a la catedral. Entre ellas se encuentran algunas de de las más renombradas y antíguas. La primera es la del Santo Cristo de las Tres Caídas y Nuestra Señora del Desamparo (la de los Mulatos), que salió de la iglesia de Omnium Sanctorum desde su barrio del Trabuco, el "Harlem" daroaliano, con sus empinadas cuestas, sus callejones quebrados y mal empedrados y sus características hogueras que, como cada año, esta noche se multiplicaron hasta que la cofradía regresó al barrio rodeada del siempre variopinto cuadro trabuquero (vecinos, perros, mulas, gallinas, etc.) . Del Convento de los Terceros salió la cofradía del Jesús de la Pasión y Nuestra Señora del Camino. El Señor de Martínez Montañés caminó ayudado por el cirineo de Juan de Mesa sobre su clásico paso de Juan Rossy tallado en 1865 y alumbrando con sus esbeltos candelabros las viejas fachadas de la calle Molineros. Tras Él, la Virgen del Camino desfiló solemne sobre su paso también de corte decimonónico presidido por una representación de la Jefatura de Estado de la siempre enemiga Estrella de la Sierra, por compartir advocación con su Patrona. En tercer lugar figura la cofradía del Cristo del Perdón y Nuestra Señora de la Paloma, la Madre de todos los daroalianos. Digna de mención es siempre la sublime bajada de la Virgen por la Cuesta de los Cuchilleros (esta noche adornada con luces que la cruzan de fachada a fachada), límite geográfico entre el barrio del Pópulo y el resto de la ciudad. También su paso por la Plaza Real (donde toda la familia real en pleno -Príncipe Miguelín a la cabeza- preside esta noche la tribuna principal) significa todo un acto de estado para la Corona de Daroal. La vuelta de la cofradía por la mañana volvió a congregar a miles de fieles que un año más alfombraron de devoción las principales calles del Pópulo (Mesones, Espíritu Santo, Cebolla, Paloma), siendo su punto álgido la llegada al Café de Madrid donde folclóricas, cantaores, autoridades, nobleza y pueblo (al más puro estilo Berlanga) se funden un colosal abrazo hacia la Virgencita de nieve y de plata, antes de la apoteósica entrada en su pequeña Basílica. Siguieron las cofradías del Traspaso de María Santísima y Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, y la del Cristo del Amor y Madre de Dios del Socorro con San Juan que, con sus soberbias efigies del insigne Juan de Mesa y sus esbeltos nazarenos iluminaron con devoción la aurora de las silenciosas feligresías de San Clemente y San Esteban. (Hay que recordar que la iluminación nocturna daroaliana es muy escasa. Solo alumbran las calles faroles de pared de baja potencia -por supuesto con luz blanca- y no existe iluminación exterior para monumentos religiosos ni civiles). Rebosante de gracia, de clasicismo y de barrio (igual que en aquellas películas de los años veinte) llegó la Archicofradía de San Gil con el misterio de la Injusta Sentencia de Nuestro Señor, seguido de su popular centuria romana, y la devotísima Virgen de la Esperanza entronizada en su soberbio paso de palio (sueño del genial Juan Manuel Rodríguez Ojeda), y rodeada, piropeada y acompañada hasta el amanecer por el fervor incondicional de su barrio de San Gil. La Cofradía del Santo Cristo de la Viga y Nuestra Señora de Covadonga salió desde su pequeña capilla del barrio Esmeralda, pasando por calles tan castizas como Salchicha, Paul Newman, Calambre o Coliflor, con sus característicos corrales de vecinos (muchos de ellos adaptados en antíguos palacios y conventos) especialmente alumbrados con faroles y velas.

En la imagen una fotografía del misterio de la Sentencia del Señor, (obra de Morales Nieto -1654- y judíos, pilato, sirviente y soldados de Cristóbal Pérez -1681- y Emilio Pizarro -1898-), sobre paso realizado por José Vicente Hernández y José Ríos en 1859, a su vuelta al populoso barrio de San Gil en la mañana del pasado Viernes Santo.

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